Tina y yo nos reunimos para vivir un proceso de consejería hace varios años con el propósito de trabajar en algunas experiencias traumáticas de su pasado. Un año después de terminar nuestro trabajo juntas, Tina regreso para un “chequeo”. Compartió conmigo que en ese año se había sometido a cirugía, radiación y quimioterapia por cáncer de mama. Lo que dijo a continuación me sorprendió.
La consejería fue más dolorosa que lo que viví físicamente durante el último año. Estoy tan contenta de haber pasado por este proceso de sanidad, ¡pero nunca pensé que sería tan difícil!
Muchas personas dicen “no” al proceso de sanidad porque no quieren pasar por el dolor de descubrir sentimientos, miedos y recuerdos enterrados. Eligen cojear por la vida en lugar de seguir el arduo camino que nos lleva a ser libres del pasado.
¿Por qué tiene que ser tan difícil sanar? ¿No es suficiente ya haber sufrido el trauma? No hay duda de que Dios es capaz de quitar el miedo, el dolor y la tristeza de forma milagrosa. Sin embargo, la mayoría de las veces Él nos pide que caminemos a través del dolor y la tristeza para llegar al otro lado de la sanidad.
Habiendo caminado con muchas personas a través de su proceso de sanidad del abuso, la traición, la pérdida y la decepción, a menudo he querido pedirle a Dios que acelere las cosas, pero Dios nunca ha sido alguien que prefiera tomar atajos. Su sanidad es certera y milagrosa, pero a menudo requiere nuestra paciencia a través de tiempos de duda. Cuando Dios sana nuestro quebrantamiento, sus caminos no son como los nuestros.
He estado leyendo el relato de cómo Dios liberó a su pueblo de la tierra de Egipto, y creo que hay muchos paralelos para nosotros en nuestro camino haciala liberación y sanidad.
Cuando leemos las historias del Antiguo Testamento, a veces no las ponemos en orden secuencial y perdemos el panorama general. Los israelitas no empezaron como esclavos en Egipto. De hecho, inicialmente, Egipto fue un lugar de provisión. Recuerda, José fue vendido como esclavo allí. Interpretó el sueño de Faraón sobre una futura hambruna y rescató a su familia de la inanición. Es alrededor de 400 años después que tiene lugar la historia de Moisés y la opresión de los israelitas. El pueblo de Dios había estado sufriendo durante muchos años antes de que Dios compartiera con Moisés sus planes de liberación.
En nuestra comprensión humana, nos preguntamos: “Dios, ¿por qué no viniste antes?” Tal vez te preguntes eso acerca de tu propia situación. ¿Por qué la sanidad tiene que llegar ahora en lugar de que Dios te proteja del daño desde el comienzo?
Cecil Murphy, un hombre piadoso que experimentó abuso sexual en su niñez, le hizo a Dios esta misma pregunta. Cecil concluyó: “Sirvo a un Dios de presencia, no a un Dios de protección”. Si bien Dios no protegió a los israelitas del trato cruel y la opresión, Él estaba con ellos.
Dios le dijo a Moisés: “Ciertamente he visto la opresión que sufre mi pueblo en Egipto. He oído sus gritos de angustia a causa de la crueldad de sus capataces. Estoy al tanto de sus sufrimientos. Por eso he descendido para rescatarlos del poder de los egipcios, sacarlos de Egipto y llevarlos a una tierra fértil y espaciosa. Es una tierra donde fluyen la leche y la miel…” (Éxodo 3:7-8 NTV)
A lo largo de las Biblia, vemos a Dios animando a hombres y mujeres como Moisés, Josué, José, Daniel, María y Pablo basándose en que “yo estoy con ustedes”. Esto no es un consuelo trillado cuando verdaderamente consideramos que el Dios del universo ve, escucha y se preocupa por nuestro dolor.
Cuando Moisés le anunció por primera vez a los israelitas que Dios tenía la intención de rescatarlos, se llenaron de alegría y adoración. “Entonces el pueblo de Israel quedó convencido de que el Señor había enviado a Moisés y a Aarón. Cuando supieron que el Señor se preocupaba por ellos y que había visto su sufrimiento, se inclinaron y adoraron.”( Éxodo 4:31 NTV)
Mientras buscas al Señor para que te sane, habrá momentos en los que verás su gracia y te regocijarás. Y luego habrá otras temporadas en las que el camino hacia la sanidad parecerá mucho más largo y doloroso de lo que pensabas. Esto es lo que les sucedió a los israelitas.
Cuando Moisés comenzó a pedirle a Faraón que dejara ir al pueblo, las cosas empeoraron antes de mejorar. Faraón estaba furioso e hizo que la carga de la opresión fuera aun mayor al decirles a los israelitas que hicieran ladrillos sin proporcionarles paja. Estos mismos israelitas, que creían y adoraban, pronto se quejaron cuando la liberación inmediata no llegó.
Los israelitas les dijeron a Moisés y Aaron, “¡Que el Señor los juzgue y los castigue por habernos hecho repugnantes a los ojos del faraón y sus funcionarios! ¡Ustedes mismos les pusieron una espada en la mano, les dieron una excusa para que nos maten!” (Éxodo 5:21 NTV)
Moisés no pudo discutir con ellos. Se volvió al Señor con la siguiente queja: “Señor, ¿por qué trajiste toda esta desgracia a tu propio pueblo? ¿Por qué me enviaste? Desde que me presenté ante el faraón como tu vocero, él se ha vuelto aún más brutal contra tu pueblo, ¡y tú no has hecho nada para rescatarlos!” (Éxodo 5:22 NTV)
Querido amigo o amiga, puede que te sientas exactamente así a lo largo del camino de sanidad. Tal vez clames a Dios: “¡Esto no es sanidad ni en lo más mínimo! ¿Por qué me diste falsas esperanzas?” El Señor te respondería de la misma manera que le respondió a Moisés. Le recordó que cumpliría sus promesas y las cumpliría con su mano poderosa. No fue de la forma que se imaginaban y tampoco fue en el tiempo que esperaban. Sin embargo, Dios le pidió al pueblo de Israel que confiaran y estuvieran seguros de su liberación: “Te libertaré de la opresión que sufres y te rescataré de tu esclavitud en Egipto. Te redimiré con mi brazo poderoso y con grandes actos de juicio. Te tomaré como pueblo mío y seré tu Dios. Entonces sabrás que yo soy el Señor tu Dios, quien te ha librado de la opresión de Egipto.” (Éxodo 6:6 NTV)
Dios tenía trabajo que hacer. su propósito no era simplemente liberar a los israelitas, sino darse a conocer como el Señor Dios. Él endureció el corazón de Faraón para que su gran poder se mostrara ante el mundo.
A lo largo de su liberación, los israelitas no solo tuvieron que esperar en Dios, sino que también experimentaron plagas espantosas. Algunas de las plagas, incluyendo ranas, moscas y jejenes, los afectaron tanto a ellos como a los egipcios. También fueron testigos de los horribles gritos en medio de la oscuridad y la muerte a su alrededor. A pesar de lo milagrosa que fue la división del Mar Rojo, ¿puedes imaginarte el miedo de caminar a través de él con una pared de agua a cada lado? Todo esto tuvo que ser muy traumático.
En el camino hacia la sanidad, muchos de nosotros también experimentamos grandes dificultades en medio de la liberación de Dios. Aunque no hay faraón, hay un enemigo que no quiere que seas libre para adorar a Dios. De diferentes formas, se está librando una batalla celestial por la redención del pueblo de Dios. Sabemos quién sale victorioso, pero, a pesar de esto, la guerra es traumática.
A lo largo del proceso de liberación de Israel, los que se encontraban en medio del drama desearon que Moisés nunca hubiera venido a ayudarlos. Aunque eran esclavos en Egipto, era una esclavitud cómoda y predecible.
"¡Si tan solo el Señor nos hubiera matado en Egipto! Allá nos sentábamos junto a las ollas llenas de carne y comíamos todo el pan que se nos antojaba; pero ahora tú nos has traído a este desierto para matarnos de hambre.” (Éxodo 16:3 NTV)
Si estás en medio de tu proceso de sanidad, es posible que sinceramente desees no haberlo comenzado nunca. Te sientes atascado; no puedes volver a donde estabas, pero seguir adelante parece demasiado doloroso. Pero así como Dios fue fiel para liberar a su pueblo de la esclavitud, ¡Él será fiel en tu proceso!
He conocido a muchos hombres y mujeres que se han sentido atrapados en el proceso de sanidad y que han querido volver a una esclavitud predecible. Desearían nunca haberse encontrado con la pornografía o desearían que los recuerdos del abuso hubieran permanecido enterrados. Puede que Dios haya prometido un lugar de sanidad y descanso, ¡pero parece estar tan lejos!
El proceso de sanidad requiere fe. Dios terminará la buena obra de sanidad que comenzó en ti.
Como seres humanos, lo más natural es asumir que somos el centro de la historia. Tu tragedia se trata de ti, y Dios es simplemente un personaje secundario en tu drama. Si bien esta es una suposición normal, también es falsa.
Dios se preocupa profundamente por cada uno de nosotros, pero Él es el centro de la historia. En última instancia, tu proceso no se trata de ti... se trata de Él.
Hubo más de un millón de personas (muchos israelitas y otros que se unieron a ellos) que salieron de Egipto. Sólo conocemos algunos de sus nombres. Cada uno de ellos participó en uno de los mayores eventos de la historia de la humanidad, pero sus recuerdos han sido olvidados. El único y el más importante a quien debemos recordar es a Yahweh, el Dios Todopoderoso. A final de cuentas, todo lo que sucedió se trata de su gran amor, su poder y la soberanía de su voluntad.
A pesar de que tu proceso de sanidad es muy personal, tu mayor propósito es dar testimonio del Sanador y Redentor. Dentro de cincuenta años, los recuerdos de nuestras vidas se habrán ido, pero el testimonio de la fidelidad de Dios pasará de generación en generación.
1. Lee el Salmo 139. ¿Qué significa para ti el hecho de que Dios esté contigo a lo largo de tu proceso de sanidad?
2. ¿Cómo has sido tentado a “regresar a Egipto” en medio del dolor en lugar de continuar en el camino de la sanidad y la liberación? Cuando te sientes así, ¿qué puede ayudarte a perseverar?
3. ¿Cómo está siendo Dios glorificado a través de tu historia? ¿Cómo se está dando a conocer a través de tu vida?
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